Escribo esto desde San Petersburgo, una ciudad anticuada donde las revolucionarias ideas de occidente no han acabado de inyectarse en la vida de sus gentes. Pero yo no soy anticuado, pues pertenezco al sur de Europa, tan moderno para unas cosas y retrógrado para otras.
Hoy, mis estudiantes me han hecho una pregunta muy peculiar: ¿Quiere tener hijos? Y digo que es muy peculiar porque normalmente no se lo preguntan entre ellos. Esto sólo se lo plantean a los extranjeros. Los rusos tienen un instinto de supervivencia. Cada uno sabe que tarde o temprano va a tener que apechugar con ser padre. Yo, como soy de España, y por tanto también soy moderno, les he respondido que no quiero tener hijos, sino una tostadora.
Para empezar, tener una tostadora es más fácil que tener un niño. La tostadora la puedes adoptar de cualquier tienda de electrodomésticos. Las hay de todos los tamaños y colores, de una, de dos y hasta de tres hendiduras en las que poder tostar tus bimbos. Además, una tostadora la puedes devolver a la tienda en caso de que no quiera comportarse bien, un niño no.
Asimismo, las tostadoras suelen hacer menos ruido que los niños, aunque hay algunas razas muy ruidosas. A éstas últimas es mejor sacarlas a pasear de vez en cuando, y para ello recomiendo no hacerlo en un día lluvioso, sobre todo si la tostadora tiene un cable demasiado largo con el que pueda dar chispazos al resto de la gente que camina tranquilamente. En ese caso, es conveniente cortárselo.
Otra de las cosas que me gustan de las tostadoras es que no huelen tan mal como un churumbel. Una tostadora, a lo máximo que puede oler es a pan torrado, un niño, en cambio, huele a humanidad rancia, de esa que ya no queremos ver en los canales socialistas. Si bien es cierto que hay que limpiarlas de vez en cuando con un estropajo para que la roña no se les quede pegada, los niños muchas veces son insoportables cuando hay que cambiarles el pañal. No todo el mundo lo puede afrontar bien.
No hay que olvidar que las tostadoras también tienen conciencia y sentimientos, y nos lo demuestran cada mañana cuando nos levantamos para desayunar. Hay veces que la tostadora está tan feliz que te puede preparar unas tostadas de maravilla, perfectas. Otras veces, la tostadora está tan vaga que no quiere cocinarlas del todo, o se levanta con el pie izquierdo y las chamusca de forma despiadada. Esto no significa que tu tostadora funcione mal. Es que ha tenido una mala noche, una pesadilla, un recuerdo muy negro, y te lo quiere contar de alguna manera.
Por lo general, las tostadas siempre expresan lo que sienten o piensan, los humanos no siempre lo hacemos. Un niño puede volver enojado de la escuela y no querer hablar del tema, de manera que tú nunca sabrás nada a no ser que se lo preguntes a su maestra. Además, otras tostadoras nunca intentarán callar a la tuya, ni intentarán inculcarle las ideas y pensamientos que no te gusten, en cambio, otras personas sí que pueden influir en la personalidad y la actitud de tu niño. Por eso prefiero tener una tostadora.