Artículo: El lenguaje y la moral en el exemplo XLV de El conde Lucanor

Un apólogo es un tipo de narración ficticia con la idea de educar a través de las enseñanzas que tiene su fundamento en el pensamiento horaciano prodesse et delectare (enseñar deleitando). Se trata de una forma tanto literaria como didáctica que se enmarca en la literatura gnómica o sapiencial, muy extendida y cultivada durante la Edad Media. La obra que se va a analizar en este artículo es uno de los cincuenta y un exemplos (apólogos), concretamente al número cuarenta y cinco, que conforman la obra el conde Lucanor escrita a principios del siglo XIV por el castellano Don Juan Manuel. 

Don Juan Manuel nació en Escalona en 1282. Era sobrino de Alfonso X el Sabio, por lo que desde muy joven recibió una vasta formación cultural, lingüística, histórica y teológica. Como miembro insigne de la nobleza, participó en las contiendas de su tiempo sin dejar a un lado el sueño de ser un referente en las letras. La enorme cantidad de elementos autobiográficos en sus escritos refleja un “egocentrismo que nos corresponde a su afán de reputación literaria” (Deyermond, 1973). Este autobiografismo, recurso extraído principalmente de la tradición árabe, lo pone en práctica, ya no solo de forma directa y en tercera persona, sino que también lo plasma implícitamente en el fondo del relato a través de la conciencia cautelar que debería simbolizar un hombre de su posición política. Esta manera de contar historias también evidencia “una individualidad tan asombrosa como para romper los obstáculos que la convención literaria de la época oponía a la expresión de lo personal, sobre todo en prosa didáctica” (Deyermond, 1973). 

En el exemplo XLV un narrador protagonista (Patronio) cuenta al conde la historia de un hombre que, a raíz de caer en la pobreza, trata con un diablo que promete enriquecerlo. El hombre, con ayuda del diablo, lleva a cabo ilimitados robos sin temor a ser atrapado por la justicia hasta que, cegado por la codicia y traicionado por su malvado amigo, acaba siendo ejecutado.

La enseñanza del cuento se resume en un pareado al final; la perdición que supone abandonar el buen camino en busca del provecho personal, lección que guarda una íntima relación religiosa (Rico, 1979) y también deja al descubierto el castigo (“ya lo habían condenado a la horca”) que puede acarrear al quebrantar el séptimo mandamiento (no robarás). El consejo del autor no se traduce en una defensa de la austeridad, sino que viene expresado en una sententiae moral que apuesta más por la cautela y la prudencia en la toma de decisiones, (“por confiar en el demonio y obedecerlo”), que por el mero ascetismo (Deyermond, 1973). Es en esa actitud astuta y cautelar donde se refleja “la condición de hombre de gobierno de Don Juan Manuel y su propia ambición de poder y necesidad de manejarse frente a rivales parejos” (Alborg, 1970).

En el exemplo, Don Juan Manuel establece de forma ordenada el tema de la narración: en torno a las distintas dimensiones de la condición humana (Rico, 1979). El relato presenta una estructura bien marcada: un inicio en el que se introduce a los personajes y sus condiciones (“se volvió tan pobre que no tenía con qué alimentarse”), un nudo que introduce el tema de la codicia (“comenzó a robar como al principio, haciendo muchos más robos”) hasta un desenlace marcado trágicamente por la traición sufrida por las malas amistades.

Los personajes que intervienen en la historia están modelados en distintos niveles. Por un lado tenemos al hombre mundano que pasa de ser rico a convertirse en ladrón. Para caracterizar a este personaje, el autor emplea, en una misma descripción, sustantivos y adjetivos que expresan su condición de hombre pobre (“tan pobre”, “muy triste y desesperado”, “la desgracia de aquel hombre”). Al mismo tiempo, también se presenta como un ser débil y vulnerable (“por la pena que traía y la miseria en que estaba”, “el hombre tuvo mucho miedo”).

En el lado opuesto, aparece el diablo como una personificación de la maldad, la corrupción y el mal camino, pero a la vez se describe como un ser sabio (“como el demonio conoce todas las cosas pasadas”, “le contó toda su historia”), manipulador (“si estaba dispuesto a obedecerlo”, “si hacía cuanto le ordenase”) y astuto (“siempre socorría a sus amigos hasta verlos en aquel lugar”). Este estilo de caracterización de los personajes responde al uso de una estructura simplificada en la que el autor trata de “resaltar el efecto dramático más que el imaginativo o lírico” (Alborg, 1970). La elección del seudónimo “don Martín” para convocar al diablo tampoco es casual. El nombre “Martín”, que significa “consagrado a Marte”, dios romano de la guerra, surge como una simbolización a la guerra que ocurre en el interior del personaje en los peores momentos de sus fechorías (“al verse prendido”, “cuando el hombre subía al cadalso”), un conflicto espiritual entre volver al buen camino o seguir agravando el terrible destino.

También cabe destacar la realidad que dibuja el autor en torno a la sociedad española de la época, haciendo del apólogo “un cuadro vivo de humanidad y de gracia literaria” más que una mera enseñanza moral (Alborg, 1970, p. 294). El hecho de que uno de los dos personajes sea un hombre rico que acaba siendo pobre, no solo representa la dilatada diferencia que existía entonces entre la pobreza y la riqueza, sino que también pone de manifiesto los problemas materiales (“él pondría fin a sus desdichas”) y espirituales (“los que son amigos del delito actúan siempre en la oscuridad”) que podían torcer la razón del hombre medieval. Este aspecto espiritual, propio del sufismo, así como el ya mencionado carácter autobiográfico del relato (Don Juan Manuel contempla la lucha contra el mal desde su visión de hombre político), es influencia de muchas narraciones árabes (Alborg, 1970 y Deyermond, 1973).

El relato, además, contiene un marcado influjo oriental, posiblemente de obras hindúes del 500 – 100 a.C., o tradiciones persas de la era sasánida. El argumento, aunque diferente en cuanto a su desarrollo, incorpora algunos elementos que también aparecen en la fábula Calila e Dimna. En esta obra, traducida por Alfonso X el Sabio en el siglo XIII, también se cuenta la historia de un ladrón que roba una vaca con la ayuda del diablo (Calila e Dimna: “De los cuervos e de los buhos”, p. 277). Este hecho demuestra que, efectivamente, Don Juan Manuel también recurría a tradiciones orientales, y no solo cristianas, en la redacción de sus exempla, lecciones que más tarde integrarían los dominicos en sus sermones (Deyermond, 1973).

En cuanto a los aspectos lingüísticos, destaca la síntesis, la claridad y sencillez del lenguaje empleado. Aunque las figuras retóricas son escasas en la prosa de Don Juan Manuel, el texto no carece de algunas que aportan un efecto expresivo a la narración y, a su vez, potencian el lenguaje empleado. Es importante señalar la hipérbole inicial (“tan pobre que no tenía con qué alimentarse”), el polisíndeton en el segundo y tercer párrafo (“y, para que viese”, “y por qué estaba tan triste”, etc), un epíteto (“una noche muy oscura”) y los símbolos ya mencionados en el apartado anterior (“los que son amigos del delito actúan siempre en la oscuridad”, "Socorredme, don Martín”). Asimismo, y como es habitual en la literatura medieval, se observa una abundancia de conjunciones copulativas en un mismo párrafo (“y, para que viese”, “y por qué estaba tan triste”, “y los motivos de su tristeza”, “y lo haría el más rico”), la ambigüedad en el empleo del pronombre "él" (“El hombre le contestó que no debía decírselo, pues no podría él acabar con sus males”) y la reiterada utilización del verbo "decir" (“mas el diablo le dijo”, “le diría enseguida”, “diciéndole, además”).

La clave para entender la intención didáctica de la obra reside en la lengua en la que está escrito el exemplo. En lugar de emplear el latín, lengua vehicular de la cultura en la Edad Media, Don Juan Manuel utiliza el castellano en un intento por acercarse al vulgo, objetivo principal de la intención moralizadora de sus escritos. Al mismo tiempo, se busca traspasar la riqueza lingüística del latín en vistas a convertir el castellano en el idioma oficial de la cultura (Deyermond, 1973). Posiblemente don Juan Manuel recurriera a la cercanía y al didactismo para que su obra pudiera que su obra pudiera ser considerada de calidad dado que “en su tiempo la sola belleza en sí misma, sin una finalidad didáctica o moral, no le justificaba” (Alborg, 1970).

En resumen, todas estas cualidades revelan el interés del autor por disponer de un estilo propio que lo alce como referente literario, su contribución al modelo lingüístico propuesto por Alfonso X de realzar el castellano y sus vulgarismos apelando a la claridad, sencillez y economía de las palabras (Alborg, 1970, p. 283), así como una intención didáctico-moral acorde con las tendencias formales y temáticas de la Edad Media.

Referencias
  • • Alborg, J. L. (1970), Historia de la literatura española, Edad Media y Renacimiento. Editorial Gredos S.A., Madrid.
  • • Colaboradores de Wikipedia. Wikipedia: Apólogo [en línea]. Wikipedia, La enciclopedia libre, 2016 [consulta: 1 de octubre de 2022]. Disponible en <https://es.wikipedia.org/wiki/Ap%C3%B3logo#:~:text=Un%20ap%C3%B3logo%20es%20una%20narraci%C3%B3n,la%20misma%20y%20denominado%20moraleja>
  • • Colaboradores de Wikipedia. Wikipedia: Don Juan Manuel [en línea]. Wikipedia, La enciclopedia libre, 2016 [consulta: 1 de octubre de 2022]. Disponible en <https://es.wikipedia.org/wiki/Don_Juan_Manuel>
  • • Deyermond, A. D., (1973), Historia de la literatura española. Editorial Ariel S. A., Barcelona.
  • • Diccionario temático de términos literarios (1980), Editorial Everest S. A.
  • • Fernández, Viviana H. (2007), Diccionario práctico de figuras retóricas y términos afines: Tropos, figuras de pensamiento, de lenguaje, de construcción, de dicción, y otras curiosidades. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
  • • Francisco Rico, (1979), Historia y crítica de la literatura española. Editorial Crítica. Barcelona.
  • • Lázaro Carreter, Fernando y Correa Calderón, Evaristo (1994), Cómo se comenta un texto literario. Ediciones Cátedra, S. A.